REVOLUCIÓN DE LOS CLAVELES

'Grândola, Vila Morena' y la tragedia de ultramar siguen resonando en Portugal

Casa de América organizó hace unos días en Madrid una mesa redonda que abordó la Revolución de los Claveles, la pérdida de las colonias portuguesas y la construcción de una nueva identidad del país vecino tras la llegada de la democracia desde una perspectiva cultural

Revolución de los Claveles, 1974.

Revolución de los Claveles, 1974. / ARCHIVO

Juan Cruz

Juan Cruz

Un ejército pacífico de intelectuales portugueses invadió esta última semana el centro de Madrid para conmemorar en Casa de América (que esos días fue también la Casa de Portugal) el casi cincuenta aniversario de aquella Grândola, Vila Morena que abrió para el vecino país el camino de la democracia y el fin de una larguísima dictadura, gemela entonces de la que Franco instauró en España.

Entre esos intelectuales, algunos de los cuales no habían nacido cuando fue derrocado Oliveira Salazar y los militares rebeldes se hicieron con el poder, estaba Carlos Albino, el periodista que estaba al frente de Rádio Renascença. Él fue el que puso, a las 00.03 del 25 de abril de 1974, la mítica Grândola, Vila Morena que puso en marcha la Revolución de los Claveles. A él le sorprendió que de inmediato no hubiera pasado algo, y a otros les resultó sorprendente observar que los tanques de la revolución se pararan en los semáforos.

Carlos Albino, periodista.

Carlos Albino, periodista. / CASA DE AMÉRICA

En el destacamento literario de esta celebración madrileña de la fecha más importante de la historia portuguesa del siglo XX estaban escritoras como Lídia Jorge, Dulce María Cardoso o Cristina Carvalho, y el editor Zeferino Coelho, además de los españoles Tereixa Constenla, corresponsal de El País en Lisboa, Alfonso Armada, periodista, escritor, dramaturgo y poeta, expresidente español de Reporteros sin Fronteras, y Feliciano Novoa, historiador, director de La Umbría y la Solana, editorial española de libros portugueses.

A esas personalidades portuguesas se sumó el militar español e historiador, Xosé Fortes, miembro de la Unión Militar Democrática, que desde antes de aquel levantamiento fue nexo entre los militares allí alzados y los que aquí trabajaban por democratizar la milicia y la vida españolas.

Entre las discusiones que ilustraron la memoria de aquella Revolución de los Claveles estuvo el diálogo que mantuvieron dos de las grandes escritoras portuguesas, Dulce María Cardoso y Lídia Jorge, autoras de libros sobre lo que supuso para la posrevolución el fenómeno de los retornados, los portugueses que volvieron de las colonias portuguesas en África.

Como señaló Tereixa Constenla, como consecuencia de aquella liberación Portugal recibió a cinco millones de personas. El fenómeno que despertó con Grândola Vila Morena fue de una enorme fertilidad poética y literaria, y este episodio de los 'retornados' generó obras literarias entre las cuales figuran La costa de los murmullos, de Lídia Jorge, y El retorno, de Dulce María Cardoso, ambas publicadas en España por La Umbría y La Solana. Lídia Jorge había observado en Angola, en los años 60, “un desorden militar, un desorden de la sociedad, y un desorden de los sentidos… Se avecinaba un cambio, y cuando llegué a Mozambique esa impresión se confirmó. Al salir del país, después de ver morir a varios jóvenes, observé que las ventanas del aeropuerto estaban rotas, y esa imagen no se me olvida. Había una acumulación de resentimiento y era evidente que eso iba a estallar. Fue un momento muy ácido, muy doloroso, algo tan fuerte que no pensé en escribirlo. Pero años después lo hice, quise contar la memoria íntima que tenía la gente sobre ese proceso”.

Aspecto de la capital portuguesa tras la Revolución de los Claveles.

Aspecto de la capital portuguesa tras la Revolución de los Claveles. / ARCHIVO

La historia de Dulce María Cardoso “es muy diferente”. Ella tenía ocho años cuando ocurrió la Revolución de los Claves, “y mi reflexión sobre ella vino después”. Pensó en lo que sucedió “y lo fui embelleciendo. Era mejor esperar para escribir algo más cercano a lo que realmente pasó. Pensé en rescatar la historia de mi familia y hablar de mi niñez, que coincidía con el fin de un imperio. En el colegio yo cantaba el himno del imperio y veía los mapas que había en el aula, todos del imperio portugués. O sea: el país de mi infancia no era un país pequeño. Yo quería escribir sobre el sentimiento de pérdida, acceder a 'lo no pensable' para luego contarlo. Decidí hacer ficción para crear una mentira que sirviera para contar la verdad. La costa de los murmullos (la novela de Lídia Jorge) me influyó mucho, pero mi novela tiene una perspectiva diferente: primero está el conflicto entre la memoria pública y la memoria privada. Es decir, la versión oficial y la de mi familia, que forma parte de los vencidos. Después está la ambigüedad del nuevo tiempo que le siguió a la caída del imperio. Un imperio derrotado y humillado”.

Las colonias fueron fundamentales en nuestra identidad portuguesa, era lo que nos ponía ante el mundo como un gran país. Pero sabíamos que el encuentro con los países conquistados había sido trágico"

— Lídia Jorge, escritora

“Fue”, le respondió Lídia Jorge, “algo muy doloroso, pero como escritoras le añadimos algo para lavar con lágrimas ardientes los ojos fríos de la historia… Nosotras denunciamos lo que ocurre, pero también enunciamos más cosas. Las colonias fueron fundamentales en nuestra identidad portuguesa, era lo que nos ponía ante el mundo como un gran país. Pero sabíamos que el encuentro con los países conquistados había sido trágico. Los que no querían matar, mataron. Y mataron para nada, fue un error histórico. Mientras los otros países abandonaban sus colonias, Portugal seguía empeñado en conservarlas. Luego se dijo que Portugal era un país flaco que había colonizado pueblos flacos. Ese era el juicio de la élite para despreciar la cultura de los países conquistados, y gracias a la literatura sabemos que eso no era así. Pero el trauma duró mucho, y nosotros buscamos la belleza del horror. Yo encontré la belleza en los saltamontes, y por eso mi libro empieza con ellos. En Mozambique la noche era invadida por los saltamontes verdes. Verdes y brillantes. Muchos llegaban a las ventanas de las casas y de los hoteles, como en el que estaba yo. Recuerdo que las cortinas de ese hotel eran rojas y al ver los saltamontes en la ventana daba la sensación de estar ante la bandera de mi país: rojo y verde. Cosas así tienen que escribirse, ¿no? Eso y la memoria personal, que es de lo que está compuesta la literatura”.

Eran dos mujeres portuguesas rememorando un drama, inspiradas por la belleza y el dolor. “Lo bueno de la literatura”, dijo Dulce María Cardoso, “es que puede combinar la historia con el entretenimiento… Los soldados portugueses murieron, muchos murieron, y otros volvieron traumatizados a Portugal. Ante esa situación no se hizo ninguna reflexión, se fue quedando ahí, muy dentro de todos, y de ahí vino el resentimiento. Si el Estado portugués hubiera compensado de alguna forma a los combatientes, tal vez hoy las cosas serían diferentes. Porque los soldados también eran víctimas, muchos fueron obligados a ir a la guerra en Angola y Mozambique. Además, la descolonización ocurrió demasiado tarde y se pudo haber evitado tanto sufrimiento. Aunque tal vez habría hecho falta un Mandela”. Lídia acabó el diálogo: “La literatura es un arte muy especial, con una filosofía salvaje, sin sistema. Es por eso que es tan potente y tan catártica para la gente. Portugal hizo una guerra patriótica que sacrificó a sus juventudes por intereses estúpidos. Eso fue una gran contrariedad para Portugal y para toda la Humanidad. Luego llegó la democracia, con sus cosas positivas, pero sin poder eliminar la tristeza que dejó el ocaso del Imperio. A nosotros nos ha tocado rescatar la alegría y la belleza de todo eso. Hoy hay una literatura de la diáspora que ha incorporado utopías y distopías en todo el espacio geográfico de la lengua portuguesa”.

Al tiempo que los intelectuales portugueses debatían, a veces con contrapartes españoles, aquellos episodios que cambiaron la historia de su país el CIS español dio a conocer un informe que encargó en 1974 la dictadura de Franco para conocer “cuál era la opinión de los españoles en relación con lo acontecido” en el país. Era “de uso reservado”. Según aquellas estadísticas, “casi la mitad de la población adulta tenía alguna información sobre lo que acontecía en Portugal y de éstos la mayoría sentía simpatía por la Revolución de los Claveles, sobre todo los más jóvenes y las personas como mayor nivel de estudios”.

Los soldados tenían miedo al Pacto Ibérico que Franco podía poner en marcha para apoyar a la dictadura portuguesa, pero eso no tuvo efecto y la Revolución de los Claveles siguió su rumbo"

— Xosé Fortes, fundador de la UMD

En aquel proceso democrático jugó un papel de contacto e información mutua una figura legendaria en la milicia española, el coronel Xosé Fortes, que participó en estos coloquios. Miembro de la Unión Militar Democrática (UMD), tiene ahora 89 años. Fue testigo de aquella revolución. “Nosotros, los militares demócratas, éramos como mineros, estábamos ocultos, pero el 25 de abril portugués nos sacó del agujero, fui a ver a colegas portugueses, y al principio de aquella revolución yo mismo les advertí que ellos no podían resolver como militares lo que le correspondía a la policía… Ellos en ese momento tenían miedo al Pacto Ibérico que Franco podía poner en marcha para apoyar a la dictadura portuguesa, pero eso no tuvo efecto y la Revolución de los Claveles siguió su rumbo… Yo me cité con el colega que era mi contacto: la consigna era que yo tenía que llevar medio billete de veinte escudos y él me tenía que esperar con la otra mitad. Yo llevaba mi medio billete dentro de un número de Cambio 16, y con uno igual me esperaba un comandante de los Servicios de Información de la Armada portuguesa”.

Xosé Fortes Bouzán, militar e historiador, fundador da Unión Militar Democrática.

Xosé Fortes Bouzán, militar e historiador, fundador da Unión Militar Democrática. / CASA DE AMÉRICA

Luego ya se sabe qué ocurrió: la UMD, que parecía llamada a hacer aquí su propia revolución democrática dentro de la milicia, fue desmantelada “por haber subvertido el orden institucional”, y los llevaron a la cárcel por exhibir “ideología democrática y tendencia socialista”. La democracia desmanteló luego el poder militar y la entrada en Europa terminó con la necesidad del papel que cumplía la UMD en el ejército mientras duró el franquismo.

Aun así, acabado aquel proceso, el coronel Fortes sigue siendo rechazado cuando va a alojarse en residencias que dependen del poder militar de su país. Cuando Felipe González aun vivía con seudónimo, en 1975, le dijo a Fortes: “Vosotros sabéis lo que os estáis jugando”. Pues eso es vigente, en cierto modo, hasta ahora para aquel que fue enlace entre la Revolución de los Claveles y la parte democrática del ejército español